Se trata de una función poco conocida. Permanecemos de pie, nos movemos, trabajamos y practicamos deporte sin ser consciente de ello, ya que se produce de manera natural, pero cuando el sistema no funciona correctamente, nuestra vida puede volverse difícil e incluso imposible porque el equilibrio es una función que se encuentra permanentemente activa y que utilizamos con cada uno de nuestros desplazamientos o cambios de postura, en cada momento y en todas las edades de nuestra vida.
El niño recién nacido lo descubre muy pronto, primero tumbado al intentar estabilizar su cabeza y su mirada, después sentado, a gatas, y erguido. Se trata de un aprendizaje largo y no exento de algunas caídas.
Durante toda la vida, el sistema que rige nuestro equilibrio estará en alerta ante el mínimo desplazamiento de nuestro cuerpo o cabeza. Con los años este sistema de enorme complejidad se vuelve menos eficaz. Y sin embargo sigue siendo igual de útil y necesario para la gente mayor que para la gente más joven.
¿Cómo funciona?
Como se ha dicho anteriormente, se trata de un sistema muy complejo, en el que interactúan 3 sistemas:
1. La vista:
A través de la vista estamos constantemente tomando referencias: puntos fijos, líneas verticales y horizontales que nos permiten ubicarnos en el espacio. Contamos además con una función de acomodación que, como la de un objetivo, nos permite calcular una variación de distancia con respecto a un punto de referencia. En realidad, nuestro equilibrio depende en gran medida de la estabilidad de los ojos
Puesto que, gracias a ellos, nuestro cerebro construye imágenes a las que recurre para estabilizar nuestro cuerpo. Si estas imágenes son inestables, sus referencias, inevitablemente también lo serán, desencadenándose así los vértigos o el desequilibrio.
En realidad hay dos tipos de visión.
Una visión voluntaria que nos permite leer o ejecutar un gesto preciso en la que nosotros mismos determinamos la posición de los nuestros ojos. Esta visión se sitúa en una parte muy pequeña de la retina, llamada fovea, altamente inervada.
Y otra visión totalmente refleja, ubicada en la parte más grande de la retina donde se sitúa un reflejo esencial, el optocinético, que sirve para estabilizar los ojos en un entorno móvil.
Un ejemplo seria, un viandante que esta caminando por la calle y mira la gente que viene en sentido contrario, esta seria la vista voluntaria.
Además de observar todo esto, el viandante seria capaz de ver, de manera menos precisa todo lo que tiene a su alrededor; los coches que circulan por la carretera, gente que le adelanta etc. Esta visión es totalmente refleja y los ojos están programados para no dejarse llevar.
En caso de tener este reflejo optocinético totalmente correcto, es decir, un control absoluto de los ojos, el viandante tendrá una mirada totalmente estable.
2. Los pies:
La propiocepción es un sistema reflejo cuyos miembros inferiores son un componente importante. Está formado, entre otros, por receptores sensibles a la presión bajo los pies y receptores sensibles a los estiramientos de ligamentos y tendones. Permite al cerebro situar el pie y el cuerpo con respecto al suelo, que es una referencia fija siempre que sea firme, por supuesto. El pie sirve de interfaz entre este y la pierna. Se trata de un sistema tan importante como la vista para la regulación del equilibrio.
El centro de gravedad debe situarse permanentemente entre los pies o bajo un pie, en ningún caso fuera de esta superficie. En caso de salirse, el sistema propioceptivo informa al cerebro
que, a su vez, da una respuesta inmediata y precisa, y por tanto refleja, sin que “el consciente” intervenga, ya que este aportaría una respuesta demasiado lenta, demasiado tardía, con un alto riesgo de caída.
3. El sistema vestibular:
Aunque mucho menos conocido, este sistema es esencial. Es el “gran regulador” del equilibrio. Está compuesto por sensores localizados en el oído interno. Allí se encuentran unos receptores sensibles a los movimientos de la cabeza o del cuerpo en rotación, a las aceleraciones lineales de la cabeza o del cuerpo (aceleraciones hacia adelante o hacia detrás) y a la gravedad (aceleraciones verticales, hacia arriba o hacia abajo). Estos sensores, aunque indispensables para nuestro equilibrio, no son suficientes. No son más que uno de los componentes del sistema global.
Las informaciones recogidas (rotación de la cabeza, aceleración) son recibidas por una zona denominada “núcleos vestibulares”. De hecho, es el “ordenador central” que recoge las informaciones que llegan de todas partes (pies, ojos, vestíbulos, cerebelo, etc.), las analiza y, en una fracción de segundo, reenvía las ordenes que permiten estabilizar la mirada y el cuerpo, a través de los músculos oculares, los músculos del cuerpo y los miembros inferiores.
Todo esto se hace de una manera refleja sin que intervenga la conciencia.
No obstante, si uno de estos elementos es defectuoso, todo el sistema se verá alterado y dará lugar a los vertigos o trastornos del equilibrio.